¿Qué es?

La bronquiolitis es el primer episodio de dificultad respiratoria en menores de 1 a 2 años. Es una inflamación de los bronquiolos, la parte más pequeña de las vías respiratorias. La producen muchos virus, en especial Virus Respiratorio Sincitial o VRS.

¿Qué síntomas tiene?

Normalmente, la bronquiolitis  comienza con mucosidad y/o tos (como un catarro) y posteriormente con dificultad para respirar y a realizar peor las tomas de leche o de otros alimentos por esa fatiga continua. Puede acompañarse de pitos al respirar, febrícula o vómitos. No necesitamos ni radiografía ni otras pruebas para su diagnóstico.

¿Es grave?

La mayoría de bronquiolitis son leves y se pasan en casa. Pero debemos tener especial cuidado en niños menores de 6 semanas, prematuros, cardiópatas o con otras enfermedades de base. Estos casos deben tener un seguimiento estrecho por su pediatra.

¿Lo podemos prevenir?

Efectivamente el mejor tratamiento para la bronquiolitis es la prevención. En recién nacidos o niños de riesgo debemos extremar las medidas para evitar el contagio, las que aprendimos del COVID: evitar el contacto con muchas personas, usar mascarillas en gente con catarro y el lavado de manos.

También, existe un tratamiento preventivo de ‘defensas’ para pacientes de riesgo que minimiza la enfermedad en caso de contagio.

¿Se puede tratar?

Al estar producido por un virus, no existe tratamiento efectivo. Tomaremos las medidas necesarias para que, mientras dure la enfermedad, el niño esté lo más cómodo posible. 

Son beneficiosos los lavados nasales, que el niño duerma o repose incorporado a, que se alimente en tomas más fraccionadas (menos cantidad pero  más frecuentemente). Y, si tiene fiebre, tratarla con paracetamol. 

En raras ocasiones, la bronquiolitis es más grave y se debe ingresar al pequeño. Pero el tratamiento seguirá siendo el mismo: ayudarle a respirar.

¿Cuándo me debo preocupar?

Es importante que un pediatra haga seguimiento de la bronquiolitis sobre todo en los 3 o 4 primeros días desde que empieza la dificultad para respirar. 

Existen signos de alarma que nos han de hacer consultar de urgencia. Por ejemplo, si tiene fiebre alta, si no es capaz de ingerir menos de la mitad de lo habitual o vomita o no quiere comer. También, si tiene dificultad para respirar. Observaremos si al respirar se le hunden las costillas, si respira con la barriga o muy rápido, si está con mala coloración -pálido o azulado- o si deja de respirar unos segundos o está muy decaído o irritable. En todos estos casos es necesaria su valoración urgente por un pediatra.